Los economistas ya coinciden mayoritariamente en que la recuperación no será en "V". No habrá rebrote brusco. Los más optimistas hablan más de uno moderado. Otros creen que cuando frene la caída, la actividad seguirá amesetada cerca de ese piso.

En marzo, la producción industrial cayó un 21,2% interanual, mientras que el índice de actividad de la construcción se desplomó un 42,2%, según datos del INDEC. Además, las ventas en comercios registraron una disminución promedio del 16%. 

Congelar la economía no puede ser la salida para los problemas de Argentina". El consumo masivo cayó un 20,4% interanual en abril como consecuencia de la persistente pérdida de poder adquisitivo de los asalariados, lo que impactó en retroceso en los volúmenes de las compras minoristas.

Para colmo de males por estos días estamos diciendo adiós a la clase media. Según la Dirección de Estadística y Censos de Ciudad de Buenos Aires, una familia tipo porteña necesitó en abril ingresos superiores a $1.26 millones (sin considerar el alquiler) para ser considerada de clase media. Si alquila, esa misma familia tendría que tener entradas por encima de los $1.500.000 mensuales.

El PBI argentino es traccionado por la demanda. Sin el empuje del gasto público, sin anuncios de inversiones significativas y sin un boom de exportaciones a la vista, es difícil imaginar cómo podría recuperarse la actividad si no es por la vía de los ingresos y el consumo.

En definitiva, la inflación puede seguir bajando, en la medida en que la apreciación cambiaria se mantenga y la recesión logre quebrar la inercia inflacionaria. Entonces, la baja de la inflación es un logro importante, pero cuestionable si es alcanzado gracias al continuo y duradero empobrecimiento de amplios sectores de la población.

¿Cuál es el costo que estamos dispuestos a pagar por una menor inflación? Nadie lo sabe, solo es es seguro concluír que a menor recaudación de tributos el gobierno nacional deberá apretar "o ajustar más" en un acto cómo el perro que se trata de morder la cola.