Con semejante salto, las consultoras privadas ya dan por hecho que noviembre marque la quinta aceleración del Índice de Precios al Consumidor (IPC), en los últimos seis meses, empujando al índice por encima del registro de octubre (2,3%) y profundizando una tendencia que expone el constante retroceso del bolsillo argentino.
La escalada comenzó a tomar velocidad a partir de septiembre, alentada por la suba del ganado en pie y, sobre todo, por la apertura exportadora que dejó al mercado interno cada vez más expuesto a los precios internacionales. Aún con un dólar quieto por la intervención oficial, la dinámica inflacionaria no da respiro y el rubro alimentos, que explica un tercio del IPC, vuelve a convertirse en la locomotora del alza.
Un consumo de carne cada vez más forzado
A pesar de esta estampida, en el sector aseguran que todavía no se observa una caída abrupta del consumo, quizás porque la sustitución hacia productos más baratos, como el pollo, ya alcanzó su propio límite. “La carne subió desde octubre un 15%. Los precios no van a bajar y van a seguir subiendo”.
En un país en el que los salarios vienen perdiendo contra la inflación desde hace años, hoy se transforma en un lujo ocasional, y los propios carniceros recomiendan “comprar ahora y congelar”, un consejo que ya se volvió un símbolo de época.
La exportación liberada y el mercado desbordado
Pedace defendió la apertura exportadora y reclamó “previsibilidad” para el sector ganadero. Pero en la misma declaración reconoció uno de los efectos más sensibles: con China demandando cortes premium y menos hacienda disponible, los precios internos se alinean con los internacionales y la oferta local se tensiona. “Nos vamos a quedar sin vacas”, alertó, al señalar que Argentina faena animales más chicos que los estándares globales.
Un estudio del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), aportó más datos para el cuadro general: la carne aumentó 4,4% solo en octubre y 11,4% en los primeros diez días de noviembre. Y vinculó la caída del consumo bovino directamente con la pérdida del poder adquisitivo: salarios rezagados, ingresos pulverizados y un panorama que achica aún más la mesa de millones de familias.


