16/05/2025 - SOCIEDAD (FUENTE: HUMANIDAD.COM.AR
¿EN QUÉ QUEDÓ LA RELACIÓN DOCENTE- ALUMNO?

Horacio Convertini se metió con un tema espinoso, el de la educación. Y concluyó que si bien los programas son cada vez más modernos, se obtienen resultados peores. Las pruebas Aprender 2024 fueron un cachetazo. Me cuenta una docente que, hace un par de años, siguiendo un programa educativo nuevo, en su escuela, que es pública, decidieron reemplazar los pizarrones por pantallas. Los vientos políticos cambiaron, los programas también y ahora las pantallas no funcionan y tampoco hay pizarrones. Me dice, además, que la enseñanza de la gramática todavía figura en los papeles, pero de tal manera que habilita a que en la práctica se diluya o desaparezca. ....LEER MÁS ...


Mientras tanto, las malas noticias para la educación se suceden. Las pruebas del plan Aprender Alfabetización 2024 arrojaron que apenas el 45% de los alumnos de tercer grado alcanza el nivel esperado en lectura, con una tasa aún más baja entre los chicos más pobres.


Hace casi 20 años, el hijo menor de una pareja amiga empezaba la primaria en una escuela pública de un barrio de clase media. El método con que le enseñaban a escribir estaba en sintonía con las corrientes más modernas: es decir, con bastante laxitud en las formas. Cuando el nene les mostró con orgullo a sus padres las primeras oraciones que había escrito en el cuaderno, a ellos les costó entenderlas: garabateando letras de cualquier manera, lo primero que sufría era el intento de comunicar.


La mamá, una docente “old school”, recurrió entonces a herramientas olvidadas, como el dictado y ejercicios de lectoescritura de principios de los ochenta, para aportar en casa lo que la escuela no daba. La idea de que lo viejo funciona, mucho antes de que la tuviera el Tano Favali en la serie El Eternauta. Y en este caso, funcionó.






Al tomarle el pulso al consumo en un mar de incertidumbres, el consultor Guillermo Oliveto, distingue una sociedad, dos realidades y peligrosas amenazas por las contradicciones y la apatía transversal y mayoritaria.






En su libro “Enseñar en tiempos de hashtags” (Gárgola, 2020), Gonzalo Santos hace un estremecedor diagnóstico de la educación argentina a partir de su experiencia como docente en escuelas secundarias y en institutos de profesorado. Entiende que todo se ha vuelto un simulacro: se simula que el alumno ha incorporado conocimientos que no tiene y se le extiende certificados que acreditan esos saberes ficticios.


Hoy hay una idea de que el docente debe ser un simple guía del alumno: tiene que acompañarlo a que construya su propio conocimiento, un concepto que viene del constructivismo, de Jean Piaget, de Paulo Freire, y que se ha exacerbado. Ya no es necesario que el docente explique: la transmisión cultural la tiene que obtener el alumno por sí mismo, a partir de las nuevas tecnologías, en todo caso. La función del docente como transmisor de una herencia cultural se fue perdiendo y hay que recuperarla”, opinó Santos en una nota a Viva.


La escritora y ensayista Beatriz Sarlo, en la contratapa de ese libro, decía que existe “un espacio intransitable entre el discurso de las instituciones y la realidad de las aulas, donde casi nada se enseña ni se aprende”.


Hay una sensación de que cambiamos un programa educativo por otro, a cada cual más cool en su titulado y en sus guiños de época, pero que son pensados por especialistas que rara vez “aterrizan” en la trinchera donde se educa. Allí donde están los chicos, donde afloran los problemas, donde la batalla se sigue perdiendo.



EL CARTERO DE PINAMAR
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