No obstante la falta de articulación de políticas afines, el escaso presupuesto con él que durante años se manejó el área de turismo hizo que finalmente Pinamar funcione 40 a 60 días en temporada estival y luego los fines de semana largo como paliativo a una demanda que en largos períodos del año decrece y provoca que el comercio y los empleos sean más temporales de lo normal y que los establecimientos turísticos sufran caídas en los ingresos, aceptada casi con resignación “como costumbre del siglo.
Algo inesperado ocurrió: la pandemia que causa estragos en el turismo a nivel mundial, también trajo entre otras cuestiones el teletrabajo y la necesidad de la gente de abandonar lugares congestionados. Esto beneficia ampliamente a Pinamar y hoy familias se radican en nuestra ciudad. Se los observa en gran número en nuestras playas y circulando por las avenidas. Una oportunidad inesperada que habrá que aprovechar y que seguramente mejorará aún más llegada la primavera. Se rompe la estacionalidad, lo que no pudieron los políticos lo logró la pandemia.